15/1/10

La semilla del mal

¿Hasta donde puede llegar la maldad humana? Cuando pensamos en esto, imaginamos, pederastas, sádicos, asesinos, violadores.
Pero y los que se amparan en la autoridad política o religiosa para ejercer esa maldad, disfrazada de piedad o necesidad de orden
, tal como han hecho a lo largo de la historia dictadores y religiosos, a través de verdugos anónimos y sicarios que tenían unas vidas normales con familias a las que querían y respetaban al igual que a sus vecinos y conocidos.

¿Donde nace esa maldad, es innata al ser humano?. El hombre de la calle, ese que es usted y yo, ese que le saluda cada día y que vive cerca de usted. Ese que nunca hasta entonces ha pecado contra la humanidad ni se le conoce ningún vicio
imperdonable o una falta terrible.
Ese mismo, es el que un buen día alistado aún en contra de sus principios en un ejercito, asesina a sus semejantes y viola a las mujeres de sus enemigos. Es el mismo que amparado por la justicia tortura a un preso o imbuido en una piedad infinita torturó a un hereje para salvar su alma. Es el mismo que caza un animal por diversión y no se preocupa si lo deja agonizar durante horas antes de morir. Es el mismo que graba la humillación o la tortura de otra persona y después la difunde como algo divertido. Es el mismo que quema un bosque con todas las criaturas que lo habitan. Es el mismo que mata un cachorro.
Esa maldad es la que muchos llevan dentro y que un buen día puede salir y sale y los transforma en otra cosa, porque ya dejan de ser personas aunque ni los demás ni a veces ellos mismos se den cuenta de ello.
Esa maldad subyace en nuestro interior y quizás nunca llegue a manifestarse,
pero esta latente en muchos de los individuos que nos rodean, puede que en nosotros mismos.
A veces esta maldad innata, solo espera su oportunidad para aflorar y lo hace en cuanto podemos justificarla a través de la obediencia a una autoridad en la que descargamos nuestra culpa, enmascarada tras el alcohol o las drogas, oculta en el anonimato de la masa, cuando nos convertimos en ella...
A veces la enmascaramos dentro de una fiesta para torturar o humillar a un animal.
Podemos también justificarla a través de la necesidad de mantener el orden o la autoridad que estemos representando o defendiendo.

De cualquier modo, el poder a veces se vale de estos individuos para mantenerse y lo mas terrible es que de no encontrarlos, los crea, crea una sociedad psicopática que a veces no es capaz de mantener controlada. La sociedad moderna es victima de sus propios demonios.



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